Dicen que la muerte nos iguala a todos. Quizá el hecho de morir sí, pero no el de cómo morir ni el sentimiento que cada muerte despierta en los demás. Viene esto a cuento de la reciente muerte del joven hijo de una pareja famosa . La noticia es objetivamente devastadora. Poniéndome en la piel de padre, perder un hijo que no ha cumplido los treinta años, tú único hijo además, debe ser tal varapalo para los padres que de alguna manera mueren también con él; aunque sigan viviendo por pura inercia natural, ya no es la vida que era, es otra. Una segunda vida a partir de aquí, pegados al recuerdo de esa ausencia cual cordón umbilical que les trae a esta nueva vida, con la diferencia de que ese cordón, ese recuerdo, nunca llega a desprenderse. La muerte de este joven ha sucedido en medio de la crisis del CVirus, con más de 30.000 compatriotas muertos en poco más de dos meses, hecho que más allá del dolor de los familiares de las victimas, ha impactado sin duda en el ánimo y conciencia del resto de la población, pero de otra manera, de forma colectiva, sin personalizar y sin rostro que poner. Sencillamente porque a diferencia del caso anterior, son personas anónimas, de las que no conocemos ni sus vidas ni su entorno. Eso es un dique no al sentimiento de solidaridad (te acompaño en el sentimiento..) pero sí frente al dolor. Sentimos todo, pero nos duele lo que nos es cercano, conocido. Cuanto más cercano y conocido, más dolor. Y a la inversa. Una muerte/s anónima, según sea su impacto social ocupa un titular, una crónica de prensa, un comentario de radio o unos minutos de Tv , segundos incluso . Una muerte de alguien popularmente conocido, tan alejado de nuestro entorno familiar o de amistad como el anónimo que fallece, deja sin embargo una huella distinta en el sentir popular tan dispar a su vez entre sí, pero que no impide que se genere entre el colectivo un sentimiento común de mayor emotividad, compasión, curiosidad al de cualquier otra muerte desconocida que cada día sale en los noticieros. Y es que el ser famoso o no, hace que la muerte no sea igual para todos....nosotros observadores.
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