Gracias por haberme permitido llegar hasta aquí, no sé si mejor o peor de lo que era hace años. Pero me siento más identificado conmigo y con la vida que cuando era joven.
Veo los aciertos y los errores en los demás con una facilidad pasmosa, como imagino que ellos ven los míos.
Creo que antes de ser amable o compasivo hay que ser justo, sin que las emociones lo desvirtúen. Ya no se trata de sacar la chequera y comprar la comodidad, sino de hallar el confort sin tener que pagar por él, como una consecuencia sobrevenida de lo que anduvimos buscando.
En un día como hoy no pido ni me hacen falta muchas cosas: percibir la realidad no como enemiga; discernimiento para entenderla y fortaleza para asumirla. Moderar la exaltación cuando van bien las cosas sin desangrarme si vienen en contra; silencio con que alimentar la cordura y soledad para saber apreciar lo que me falta.
En mis sesenta y cinco.
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