Hay personas que se aprovechan de la buena fe de los demás, de su luz.
Urden el engaño sin remordimiento alguno, es su naturaleza y conviven con ello con naturalidad.
Confían en la impunidad y se hacen pasar por padres, hijos o simple ciudadanos normales o incluso ejemplares.
Pero se equivocan si creen que no lo acabarán pagando.
En su conciencia, en su pensamiento, en su proyecto personal, siempre anidará la falsedad y la mezquindad que no podrán desterrar.
En su conciencia rebotará su engaño cuando menos lo esperen, una y otra vez.
Su pensamiento se volverá recurrente y obsesivo con aquel engaño, apareciendo inoportunamente sin poderlo erradicar; y cuanto más lo intentan, más persiste.
Como el sonido incómodo y continuado de una gota de agua y otra y otra gota más....
Con cada respiración inhalarán su propio veneno y será su peor castigo. Con cada respiración se disparará el recuerdo del engaño y ocupará su mente como un intruso incómodo.
Vuelta a respirar, vuelta el recuerdo del engaño, segundo a segundo:
respiracion-engaño, engaño-repiracion y vuelta a empezar, como una espiral sin fin.
Y al ir dormir, sus ojos seguirán abiertos aunque cerrados, pues el engaño tomará vida en las formas y sombras que habitan al cerrar los párpados. Y perturbará su descanso.
Cada día al levantarse, todo esto será lo primero que ocupe su mente y su penitencia, como una noria de agua que gira y gira por su propia inercia, así permanentemente.
Sin que pueda remediarlo ni su memoria olvidarlo.