Coinciden en estas fechas acontecimientos que afectan a personajes de alta relevancia social y política. Me refiero a la imputación de Urdangarin, la celebración juicio de Camps, y la decisión del T. Supremo de abrir investigación a Pepiño Blanco. Los tres han pasado de tocar el cielo en su ámbito de influencia/actuación al subsuelo de su honorabilidad, sometidos como no podía ser de otra manera a a la crítica popular (la más ácida) y la mediática (la más interesada). Dejando al margen la presunción de inocencia, o dicho de modo contrario, teniendo siempre presente la presunción de inocencia , lo cierto es que si las acusaciones que se les hacen fueran ciertas todavía estarán preguntándose si merecio la pena, dónde estuvo el error o la laxitud ética de dejarse llevar para acabar así. Personajes que lo tuvieron todo , al menos todo lo que su nivel social requería. Estoy seguro que si pudiesen echar para atrás la película o firmar un pacto de no sucedido lo harían incluso págando un precio mayor al que presuntamente obtuvieron o favorecieron con sus actuaciones. Pero éso no es posible, el arrepentimiento siempre es tardío por definición. Y si finalmente resultan inocentes, ésto ya no se lo quita nadie.