Todos los años por estas fechas me sucede los mismo al reincorporarme al trabajo tras unos días de vacaciones por navidad: se me arremolinan las perezas, los prejuicios laborales y las nostalgias por los momentos vividos. Y sólo se me ocurren dos antídotos para combatirlo, como pasa con la alergia en primavera: evitar la exposición al polen (es decir, no volver a trabajar) o inocularte del mismo germen que causa tus males para adaptarte a él (no dejar de trabajar). Como de las dos variantes sólo está a mi alcance la primera, he decidido no volver a tomar vacaciones, renunciar a ellas y negociar con la empresa que me las pague, así ,a la par que ahorro evito estos vacíos de adaptación. El que no se consuela es porque no quiere.