Me deshice de todos mis relojes
y fui amo de mi tiempo.
Gasté como si fuese nueva
mi ropa usada.
Y la luz tenue de la mesilla de mi cama
bastó para convertir en cálida
la fría estancia.
Ahora estreno cada día
otra mirada
sin importarme el reloj
qué hora marca.
Y el sol cada mañana
alegra la estancia
cuando apago la luz
de la mesilla de mi cama.