Podría sustentar mi vida
en velar el sueño sosegado de mi hija,
en mirar a mi mujer sin que me vea
y decirla que la quiero en silencio,
en correr solitario por la calle
viendo que el cuerpo me responde y la mente se ennoblece,
en aspirar una tarde quieta y nublada de marzo,
en concentrarme en un buen libro
o escribir a borbotones un poema de madrugada.