El instante preciso

Una mediana claridad
sestea los sentidos
y teje de grises las horas.
En los dedos humeante
un cigarrillo se muere
lentamente.
Es el instante preciso
para abandonarme.
Me cuesta mover los huesos
o acaso es que no quiero.
Tengo un poco gastado
el esqueleto del alma.
Me han encolado de pereza,
hasta pensar encamado me fatiga.
¿No será que sufro?
Es  muy sencillo decir
sufro, perdonadme,
cuesta poco  y se justifica todo.
Me exigí
un último esfuerzo supremo,
moví mis huesos cansados
y el esqueleto del alma moví también.
Pero no mereció la pena:
el repicar de aquel adiós
se había fosilizado en mi memoria.
El cigarrillo acaba de morir
y yo sin saber si sufro o estoy cansado.
Es el instante preciso
para abandonarme.