No haces nada
por soliviantar los latidos
del reloj que en mi pecho
mide tu eternidad.
No haces nada
por provocar la llamada
de las comisuras d tu piel
que besan mi boca.
No haces nada
y siempre te encuentro
envuelta en fantasía.
Subes y bajas
en el carrusel
de mi verbena de amor
sin darme cuenta ni aviso.
Descorchas
las burbujas del encanto
al que me has acostumbrado,
y te ensombreces
en el viraje rápido
de una espina mal clavada.
Sacas luz
de la noche más penitente y oscura
y consigues retrasar el alba
cuando voy sobrado de sed
por beberte nueva.
Sin moverte,
sin tenerlo siquiera premeditado.
Haciendo apenas nada.