Hubo un tiempo
en que creí que el sueño
aliviaba todos mis males:
el miedo oscuro en mi cama de niño,
la aflicción incomprendida de mi juventud temprana,
la fatiga silenciosa hoy
de un cuerpo que se cansa.
Pero el sueño me ha abandonado,
ya no persigue mi causa.
Soy hijo de la desesperación,
del insomnio y sus fantasmas.