Cuando vienen momentos difíciles en la vida, los motivos puede ser varios: una muerte cercana, una separación, un revés laboral, pues bien, en estos casos es normal sentir pena, tristeza o decaimiento durante un tiempo. Es lo que se llama “pasar el duelo”. Lo raro sería no sentirlo.
Pero si ese decaimiento perdura y hace que aparezcan otros síntomas como ansiedad, angustia, insomnio, desesperanza que se mantienen y se mantienen sin minorar sus efectos, al contrario aumentan con el paso de los días, entonces has pasado a un estado que se denomina “depresión ", que es un cajón de sastre donde se meten todos esos síntomas que perduran y se cuelgan como un imperdible a nuestro ser.
Si tenemos la desgracia de haber entrado en esa llamada depresión, lo importante ahora es salir de ella, no importan las causas por las que caímos ahí, lo urgente es sanear y quitar la gotera que tenemos sobre nuestras cabezas, o de lo contario se hará moho y al final se caerá el techo. Más adelante, cuando todo esté en orden de nuevo, pensaremos si cambiamos las tuberías viejas o cambiamos de casa. Pero ahora hay que solucionar la avería.
Llegados aquí, la gotera no se va sola, vamos a tener que acudir a un profesional que nos ayude a sanearla y borrar su rastro. En este caso el psiquiatra. No hay que tener apuro en ello, no se trata de airearlo, pero tampoco de ocultarlo como un tabú: es el mejor reparador para este tipo de problemas, es más, sin los materiales que él utiliza (fármacos) es muy posible que tengamos gotera de por vida.
Entrados en los dominios de la depresión, sólo los fármacos del psiquiatra devuelven la estabilidad psíquica y emocional. Unos los utilizan sólo el tiempo que dura ese estado, otros tienen que llevar un mantenimiento y otros lo toman de por vida, según la naturaleza de cada uno. Hay un componente genético en buena parte de los que sufren depresión.
Los fármacos lo que tienen es que ni sienten ni padecen, sólo actúan. Y si el psiquiatra toma la dirección adecuada, te curan sin duda. Si te dice que con ésto duermes, duermes, con una dosis mayor o menor pero duermes; si te dicen que con ésto se te va la angustia y la ansiedad, antes o después desaparecerán. Es cuestión de paciencia y tiempo.
Cruzado el umbral de la depresión, lo prioritario es curar los síntomas: tristeza aguda, ansiedad, desgana por vivir... Hay todavía quién se resiste a reconocerlo y por tanto a ponerse en manos del profesional, por perjuicio, vergüenza o ignorancia. Y pretenden resistir sin otras armas que un ánimo deshilachado, que genera aún más impotencia e incertidumbre. Al final caes como un castillo de naipes. Es mejor echarse al arcén un rato y dormir un poco para seguir, que apurar y dártela. Bien tratada, la depresión es sólo un paréntesis en tu vida, un mal recuerdo, que nadie está exento de llegar a padecer.
Cuando hayamos saneado la gotera y recuperemos la normalidad, en este caso, la salud, es aconsejable como prevención de posibles recaídas una visita al psicólogo. El psicólogo puede ayudarte a entender el origen del trastorno, tanto desde el punto de vista cognitivo (conocimiento) como conductual (pautas de comportamiento). Digamos que el psiquiatra repara el golpe; el psicólogo te enseña a conducir para que no vuelvas a accidentarte. También es aconsejable otras herramientas, como la meditación, lecturas recomendadas, cambio de hábitos etc.
Y tener en cuenta que el orden natural de las cosas no está puesto para que nos sea siempre favorable, unas veces viene a favor y otras en contra. Ni cuando vienen a favor somos extraordinarios ni cuando vienen en contra somos un desastre. Es así para todos. Por tanto, no hay que ser excesivos ni en los momentos de alegría ni abatirnos en los no tan gratos, porque todo cambia y todo pasa.