Cuando llegas a determinada edad, hay un momento en que sin querer, de forma natural, empiezas a entender determinados episodios de tu vida y a encajarlos como piezas del puzle que faltaban; en mi caso hay algunos que quizá por inmadurez, falta de perspectiva, ego o vaya Vd a saber qué, he pretendido cargar en los demás cuando no han salido cómo yo esperaba: terceras personas, imprevistos, azar... convencido de que esa era la causa de mis contratiempos. No digo que el entorno no condicione nuestra voluntad y el resultado de nuestros propósitos, pero son meros adornos si los comparamos con la importancia en ellos del yo, nosotros.
Analizando desde el distanciamiento temporal algunas de mis experiencias vitales más relevantes, me parece lógico hoy que esos acontecimientos desembocaran donde lo hicieron entonces, por mucho que haya tardado en entenderlo y aceptarlo. Me creí muchas veces portador de una mercancía de mayor valor del que realmente tenía, y era la adversidad o la mala suerte, la falta de oportunidad, las culpables de que las cosas no salieran como esperaba.
Hoy diseccionándome de forma más desapasionada, sin temor a perder ya ninguna gran oportunidad en mi vida, sin la pretensión de acometer proyectos irrealizables que cargar en mi debe, debo reconocer que no compraría hoy mi propia mercancía por el valor que entonces le daba.
Supongo que en ocasiones habrá sucedido al contrario: que los demás nos hayan valorado mejor que nosotros mismos o mejor de lo que esperábamos. En cualqier caso no es que quiera vertir en mí ahora toda la responsabilidad (el orden natural de las cosas no está dispuesto para que nos sea siempre favorable) simplemente colocar bien las piezas en el tablero y asumir mi protagonismo en el juego, en cada movimiento, haya sido más o menos consciente de ello mientras jugaba. Era mi partida, con sus contratiempos y parabienes que también los ha habido. No se trata tampoco de revisar y lamentar el pasado, se trata de aprender de la experiencia y hacer mejor descarte en la próxima mano.
No todo era adversidad ni contracorriente, eras también tú: tu forma de ser, de encarar, de pensar... Si actúas de determinada manera en el gran teatro de la vida con tus gestos, tus palabras, tus silencios, es porque son los tuyos.Eres así es porque no eres de otra forma, con focos luminosos y farolas a medio gas que se suceden en el camino.Y todo en conjunción crea el momento.
Las variables del destino se cruzan como hechos imprevistos pero consumados. Es lo que hay. ¿Era inevitable? Sí, de haber actuado de otra manera. Pero entonces sería inevitable esto último y no aquello otro.Y así en una espiral infinita. Lo que es, es.
Hay que tener un destino al que querer llegar para que los empeños queden justificados y el descanso sea reconfortante. Entendiendo el pasado, se encara mejor el futuro.