Hablemos de mi muerte

¿Por qué no hablamos de mi muerte? Le pregunté a mi familia en aquella calurosa tarde de julio tras haberme sido diagnosticado  el cáncer y mientras conversábamos sobre temas intrascendentes sólo sostenidos por servir de excusa y hacerme compañía tras la inesperada noticia. Se miraron sorprendidos, entre ellos , a mí, como si hubiese nombrado al mismísimo diablo. Pero ¿no estáis hablando de éso cuando me ausento? Os observo desde lejos y vuestro disimulo es mi mayor temor. ¿Por qué no habláis conmigo de la posibilidad de mi muerte como lo hacéis entre vosotros? ¿No merezco contar con la misma información que vosotros contáis? Creyendo que me hacéis un favor, me dejáis en desventaja. Enfermo y en desventaja. Necesito conocer vuestras reacciones, que conozcáis las mías, ayudarmnos mutuamente.

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 CAPITLULO I    Negación               

Todo empezó hace apenas unos meses, de pronto un cansancio súbito, una extrema debilidad de un día para otro, se fueron las fuerzas como unos plomos que saltan, nada de lo que antes era cotidiano lograba ahora culminarlo. Me había hecho pequeño como una canica y el mundo continuaba su ritmo. Análisis , electros, colonoscopia y he ahí : cáncer de colon, galopante, 4 sobre 5 grados, inicio de metástasis.…en el mejor de los casos una expectativa de dos años de vida. Pero yo no sabía tanto, claro. A mí no me lo han contado así los médicos, las malas noticias se disfrazan de estadísticas y generalidades ambiguas, nunca señalan directamente cuando hablan al enfermo: " Sr. Enfermo, en su estado existe un índice de supervivencia del x %, siempre y cuando no recidiva alguno de los tumores… ; pero hasta que no abramos no podremos saber el alcance exacto…" Nada es casualidad, ni mucho menos esta estrategia de comunicación del cáncer por los facultativos. A partir de ahí empieza una labor de depuración interna del sujeto afectado: primero sorpresa, negativa sorpresa, desesperación, negación, luego esperanza de que el tumor esté localizado, de que tras la operación y la quimio se ataje el mal…, un ejercicio de autoengaño o adaptación  para sobrevivir a la muerte el tiempo justo para adaptarnos a ella antes de que nos llame.

Siempre me he preguntado si es justo o injusto engañar al enfermo terminal  con estas estrategias, o bien debería dársele la información precisa y aséptica de su estado en cada momento. En mi caso prefiero que me vayan no engañando, pero sí dosificando esa información , porque en el ser humano existe un engranaje de supervivencia que le hace ir adaptando su dolor a su expectativa de dolor. Nada hay más cruel que la sorpresa fatídica de la muerte, instantánea , sin capacidad de reacción, el remordimiento de no poder recomponer ningún instante del pasado….la pérdida para siempre y por siempre , sin ni siquiera una despedida. Una vez leí que la desgracia no es más que un sobresalto en el tiempo, sólo hay que darle  tiempo para que se avengan la yaga y el herido. Es decir , para que se acepten mutuamente.

Es pura lógica el acoplamiento de la consecuencia a la causa como hecho irreversible, es puro sentido de la supervivencia: adapto mis posibilidades a todo aquello que aun puedo lograr, que no me ha sido cercenado antes; renuncio a lo que sé que será imposible conseguir. Y en ese ejercicio de transición , de adaptación desde el poder ser al ser a secas, es donde se va fabricando nuestro antídoto para la aceptación del dolor, el sufrimiento.

 

Me han diagnosticado una expectativa de vida de dos años en el mejor de los casos. Rebusco los argumentos para que me sirvan de amarre: ¿Podéis decirme en qué estoy en desventaja frente a vosotros? Sólo en la limitación cierta de mi supervivencia, dos años, frente a la vuestra, incierta.  ¿Acaso conocéis cuánto vais a vivir cada uno?  Tengo el triste privilegio de saber cuándo voy a morir, y éso da a mis actos un sentido tan hondo y tan sincero que posiblemente vosotros no podáis sentirlo en ese sentir atemporal en que os relacionáis. Nadie puede vivir como si fuese el último minuto, salvo que sepa que realmente lo sea.

 

La temporalidad lo limita todo, como no es igual el sentir del condenado a cinco años de prisión como el de cadena perpetua, aunque mientras coincidan en prisión los dos estén cautivos de libertad. El tiempo, el límite del tiempo da distinto sentido a sus vidas. Si yo no tuviese esta enfermedad terminal, posiblemente no estaríais hoy aquí, seguiríamos viéndonos , tratándonos con rutina , a golpes de afecto y desdenes. Qué nos enfadamos, estamos tiempo sin vernos ni hablarnos, y luego vuelta a empezar. No , de ahora en adelante eso no será posible porque el no retorno nos condiciona a todos. La certeza de mi enfermedad me limita a mí y os limita a vosotros, tenemos que empezar a relacionarnos de otra manera, sin superficialidades, de verdad, de la verdad de los grandes acontecimientos, de las actitudes sinceras de una vez , sin dobleces, porque a este hombre se le va la vida , y lo sabéis. Toda una verdad que nos atrapa , a unos y a otros.   

 

CAPITULO 2   Aceptación

¿Cómo afrontar la realidad cierta de que se va a morir uno ? ¿Cómo lo haríais vosotros? No decís nada, os sorprende que os hable así. Os daré mi opinión: esta circunstancia , un pronóstico de conocer el tiempo aproximado que te queda de vida, no cabe sino afrontarla como has afrontado las grandes decisiones de tu vida, no te has vuelto de pronto un superdotado ni un mago, ni un tullido, sigues siendo tú , con el horizonte vital acotado, pero tú al fin y al cabo. A partir de ahí y sin encontrar respuestas en mi entorno, empecé a tejer y plasmar mis propias conclusiones sobre la muerte como primer paliativo para sobrellevar la mía.

 

La importancia del acontecimiento de tu enfermedad y tu muerte a fecha cierta, el posicionamiento de cómo afrontarlo está en ti, como estuvo en ti el tomar algunas de tus más importantes decisiones  en vida o el de no tomarlas, pero desde tu reflexión personal, de tus temores y tus certezas o tus dudas. Aun no te has muerto, sigues siendo el mismo y no puedes evitar seguir siendo el mismo por más que el hecho al que te vas a enfrentar sea el más transcendente de tu vida tras el nacer. Es una situación que te exige elevar el listón, ir más allá de tus razonamientos habituales porque el dilema ya no es morir, que sabemos que esta ahí y con fecha cierta, el dilema ahora es cómo morir y qué nos encontraremos cuando muramos.

 

Para mí , esos son los dos punto fundamentales: cómo morir y qué habrá tras la muerte. Hay asociaciones, personas que ayudan al buen morir, a saber entender tu futura muerte, a hacerles sentir dentro de la gravedad del hecho un cierto alivio en cómo afrontarlo, en la esperanza o la paz que puede haber tras de ese escollo y como encaminarse en vida todavía para conseguirlo. Digamos coloquialmente que sería algo así como una despedida programada y asumida, asumiendo lo inevitable pero poniendo nuestra mayor clarividencia en saber  que incluso en momentos cómo ése, se puede uno posicionar.

 

Como la muerte no avisa, no estaría de más reflexionar sobre todo ésto cuando aun no nos pisa los talones. Pero es dificil, sólo la certeza de nuestro limite existencial pone a punto nuestros mayores resortes. Cuando todo va bien, no queremos pensar en la muerte. Y cuando llama a nuestra puerta o a la de un ser allegado nos derrumbamos. ¿Es eso lógico, coherente, va con nuestra condición humana de seres racionales? Sin duda que no. Lo que se conoce no se teme o se teme atemperado, y lo que no se conoce debemos estructurarlo para poder vivir con ello, al menos hasta que morimos.

 

CAPITULO 3  Posicionamiento

He leído en alguna ocasión que se muere como se vive. La primera reflexión que me suscirta esta afirmación, es ¿cómo puede aseverarlo alguien sin estar muerto? ¿Acaso lo ha vivido en la muerte de otro? Pero démoslo por bueno desde el momento en que cuantos escribimos sobre la muerte lo hacemos en base a la idea que cada uno tiene sobre ella fruto de la observación, las vivencias personales y sus creencias, pero sin poder determinar cómo muere el que muere y qué se va al encontrar después. En cualquier caso, esa afirmación tiene su lógica pues aun en tan trascendente trance la persona conserva la esencia se sus cualidades personales. No olvidemos que quién se enfrenta a la muerte es una persona todavía viva y como viva se comporta, aunque sea en el umbral de su ocaso. No obstante hay también conductas que se rompen ante un acontecimiento así fruto de la incertidumbre , miedo y conciencia del no retorno nunca asumido.

 

En las experiencias de premuerte o muerte clínica, los afectados además de tener experiencias extrasensoriales (verse desde fuera de su cuerpo, luz blanca en el tunel..), la mayoría coinciden en que han visto pasar ante sí la película de su vida o lo más importante de ésta, sintiendo la alegría o desolación según lo que el acontecimiento significa para la persona que lo experimenta. Esto podría guardar similitud con la afirmación de que se muere como se vive, pues están experimentando el recuerdo de lo vivido en el momento inmediato a estar muerto. Por extensión, también podría suponer esa revisión de los principales acacontecimientos de la vida pasada, una especie de purgatorio donde el individuo se enfrenta a sus propios actos recogiendo la dicha o pesar que la revisión de los mismos le produce. Podría ser una ajuste de cuentas del alma con el ser antes de abandonar el cuerpo.

 

Pero tampoco existe la certeza de que esas sensaciones sean las que se experimenten nada más morir, porque las personas que las sintieron no llegaron a estar totalmente muertas, incluso los científicos más remisos aseguran que son delirios o alucinaciones que el deterioro físico de la persona produce en el cerebro y en la mente. Eso mismo podría ser la explicación de que se revivan pasajes de la vida del enfermo que ya no recordaba o incluso desconocidos para sus más allegados cuando les oyen delirar en su lecho de muerte. Pero el misterio de la muerte, el gran misterio de la muerte, es que sólo se pueden hacer conjeturas desde este lado. Lo único que sabemos es que el cuerpo perece y deja de tener sus funciones vitales, a partir de ahí todo es posible .La ventaja , por decirlo de algún modo, de esa incógnita es que cada uno puede despejarla como quiera. Y ahí sí que cobra todo el sentido afirmar que cada uno se enfrenta o enfrentará a su muerte como en vida decida posicionarse ante ese acontecimientos , o como de forma consciente o inconsciente vive mientras le llega el día de morir. Lo cierto es que venimos solos y nos vamos solos : al nacer venimos sin saber cómo y al morir nos vamos sin saber dónde.

 

CAPITULO 4  Formas de morir

La muerte soñada sería la de morir anciano durante el sueño, sin dolor ni sufrimiento, sin conciencia de estar muriendo; y la muerte más abrupta aquella que se produce de forma súbita o violenta, por ejemplo un accidente de tráfico. Tanto la muerte inconsciente del primer caso como la muerte repentina del segundo, evita al que la sufre la experiencia de enfrentarse a morir, pueden llegar a atisbarla pero apenas a experimentarla. Entremedias estaría la enfermedad terminal, como el cáncer, que permite a diferencia de la muerte súbita ir adaptando al enfermo y a su entorno para ese trascendental momento. Porque siendo la muerte un episodio especialmente grave en lo emocional y en lo afectivo, lo es mucho más el hecho en sí de lo inesperado, del sobresalto anímico que supone para el círculo del fallecido pasar en un segundo de saber vivo a un ser querido a tener que aceptar su desaparición para siempre, sin capacidad de reacción ni adaptación. En el caso de una enfermedad terminal, como la mía, el periodo que va desde el diagnóstico hasta la certeza de la muerte, permite al entorno familiar empezar a sufrir esa muerte dese el minuto cero pero contando todavía con la presencia del enfermo , como una despedida anunciada en el anden de la vida, y les permite buscar su compañía, reconciliarse con él e ir adaptando nuestro estado anímico incluso sin darnos cuenta de ello a la delicada situación que se avecina. Por otra parte el enfermo, aunque normalmente se le priva de parte de la infomación y su gravedad, el paso del tiempo y su paulatino deterioro le hace ir abriendo los ojos a la realidad que está padeciendo y que le lleva inexorablemente hacia la muerte, aunque al principio lo niegue y se resista a aceptarlo.

 

CAPITULO 5  Ocultación

¿Por qué no se les dice a los enfermos toda la verdad sobre su estado? Sin duda para evitarles un sufrimiento mayor que la propia enfermedad : la certeza de que va a morir próximamente, porque esa certeza , esa limitación en la duración de nuestra vida, produce más desasosiego que el hecho de la propia muerte , pues que vamos a morir lo sabemos todos, pero nadie se inquieta por ello , sólo si se delimita temporalmente cuándo sucederá. Si bien es verdad que con ello se pretende eliminar el sufrimiento al enfermo, también es verdad que le estamos privando de una información vital que los demás sí poseen y que utilizarán para relacionarse con él desde una posición a la que él no puede acceder pues lo desconoce. Eso le sitúa en un plano de desigualdad y desventaja privándole de la posibilidad de ordenar sus últimas voluntades, de revisar y priorizar sus relaciones personales o simplemente de prepararle para enfrentarse mejor a su muerte.

 

No existe en nuestra sociedad la cultura de la preparación a la inevitable muerte, se la niega o se oculta. Como dije , hay asociaciones marginales todavía para la mayoría de la gente, que enseñan a bien morir, y ésto tratado por profesionales éticamente responsables, paliaría en buena parte el desasosiego del próximo fallecimiento, aceptándolo como algo más natural y no de forma tan abrupta como comunmente lo aceptamos, como un episodio antinatura que aparece como un desgracia inevitable en nuestras vidas. Del mismo modo, no todas las muertes se aceptan de igual forma. Es más natural ver morir a un padre que ver morir a un hijo. El orden natural del desarrollo cronológico de la existencia hace que la muerte de un hijo sea posiblemente el mayor sufrimiento que una persona pueda conocer.

 

CAPITULO 6  Arrepentimiento y Temor

En una reunión de amigos antes de mi enfermedad, comentamos cómo imaginábamos el instante inmediato después de morir. Las opiniones eran de lo más peregrinas pero dan una idea de lo que maquina la mente humana al respecto: para alguno era un cajón oscuro, sin luz, sin ruidos; para otro una pesadilla donde se giraba y giraba en una espiral sin fin, junto a náuseas que nunca acababan como un mareo continuo; los más abiertos describían un rápido viaje por el tunel de la luz hasta desembocar en un espacio abierto y luminoso donde reecontrarse con sus antepados muertos; los creyentes además sentían el temor de Dios por sus pecados terrenales pero por encima estaba la esperanza del perdón y la vida eterna; es curioso, sentían a Dios pero ninguno decía haberlo presenciado ni materilizar su existencia, se siente no se ve. Los más agnósticos no se imaginaban nada, simplemente se apaga la luz, se deja de existir, sin temor pero tampoco sin esperanza a la que aferrarse. Simplemente se acabó. Pero la definición más inquietante que escuché fue ésta: "Posiblemente lo peor no sea estar muerto, sino de ser consciente de estar muerto ".

 

Se dice que los creyentes parten con la ventaja de creer que hay una segunda existencia tras la muerte, pero habría que señalar que todas las personas parten objetivamente en igualdad de condiciones en el momento de afrontarla: la certeza de morir y la incertidumbre de qué habrá después. Las creencias de cada uno no son la certeza absoluta de lo que sucederá, simplemente un posicionamiento personal. Pero siendo así y dando por hecho que no hay una posición más legítima que otra y siendo todas igualmente válidas , sí lo es también que la actitud de cada uno frente a su muerte le condicionará la forma de encararla y por ende la forma de "vivir" su muerte. Aquí sí que podríamos afirmar aquello de que " se muere como se vive ". Y siendo ésto así, quizá esa actitud esté condicionando el paso a esa otra nueva realidad que pueda haber - o no - tras la muerte. Porque el poder de sugestión de la mente, nuestro sub/inconsciente, de nuestra energía todavía latente, de nuestras ondas cerebrales removiendo vivencias, creencias, sentimientos gravitando anudados sobre nuestro ser inerte.......todo ello componga algo parecido a lo que llamamos alma. Y todo esta amalgama de factores puedan componer la "viviencia" tras la muerte. Tantas como tipología de personas haya , porque siendo la muerte una , definida y determinada, existirán tantas experiencias de muerte como tipo de de personas. Pero todo ello no son más que conjeturas, lo único cierto , clínicamente cierto, es el cese de toda actividad vital en nuestro cuerpo. A partir de ahí conjeturas, hipótesis, ideas, para concluir que sólo éso podemos anticipar desde esta orilla del río.

 

En otra puesta en común, tres son las cuestiones que salieron a la pregunta de qué crees que sentirás en los momentos próximos a tu muerte. Por este orden:

 

1) Miedo: miedo a lo desconocido, miedo al sufrimiento que pueda haber después, miedo a separarte de los tuyos, miedo al miedo.

 

2)Arrepentimiento: nuestra propia conciencia nos va a determinar qué episodios de especial importancia en nuestra vida buscan el arrepentimiento ahora , aun sabiendo que el arrepentimiento siempre es tardío, de tal modo que nuestro dolor será directamente proporcional a los remordimientos o arrepentiemientos acumulados en nuestra conciencia en esa señalada hora.

 

3)Retrospección : este factor viene a suponer el retrovisor en el viaje de nuestra vida. Volvemos la mirada hacia atrás y vemos si los pasajes que hemos vivido y recorrido nos dejan o no sensación de bienestasr, de aprovechamiento de haber cumplido o no nuestros anhelos, de sentimientos realizados, plenos o incompletos, precarios.

 

Además de destacar la esencia y diferencia de estos tres factores, indicar también la correlación que existe entre ellos, pues el miedo será menor cuando menor sean los remordimientos o más conforme esté cada uno con la viva vivida. Igualmente los remordimientos serán menores cuando mayor sea la percepción de haber vivido una vida digna y con sabiduría , con coherencia con tus planteamientos, creencias. De tal modo recojo las siguientes citas que me parecen apropiada en este punto:

" si tuviera que resumir en un minuto nuestra existencia, diría que tendríamos que pasarnos la vida intentando que nos quisieran "

" una persona llega a realizarse plenamente cuando tiene pocas cosas de qué arrepentirse

 

CAPITULO 7   El más allá

Personalmente no creo a pies juntillas en el más allá, pero sí en la posibilidad de que exista algún más allá. Por otro lado me pregunto si el más allá no estará precisamente en el más acá . Me explico: si aquí, en nuestro día a día, nos comportamos con la coherencia que nuestra conciencia nos dicta, entonces si hay un más allá estaremos acumulando méritos para cuando nos toque viajar hasta allí; y si resultare que luego no hay nada, ningún más allá, al menos esos méritos nos harán sentir completos y en paz a la hora de partir hacia ese viaje incierto . Los que quieran ser "previsores" ante la posibilidad de que exista algo más allá, tomarán conciencia de ello y llenarán su despensa de provisiones. Los que no crean en nada, actuarán solamente guiados por el aquí y ahora, jugándoselo todo a una carta: fin , se acabó.